viernes, 31 de julio de 2009

Mis Príncipes

Cuando era pequeña me gustaba creer en la existencia de un “príncipe azul” aquellos personajes perfectos de los cuentos de hadas, que visten de hermosos uniformes y exponen su vida, luchando con singulares personajes, para rescatar a la damisela en apuros y unirse en un romántico beso de amor. No tenía idea de cómo dar un beso, pero mi mente recorría las calles de mi barrio en busca de ese niño con apariencia de “príncipe azul”, lástima que luego de unos años sólo hallé burdas imitaciones y con el tiempo se convirtieron en las “Bestias” de mis cuentos.

Recuerdo muy claro a mi primer amor, ese amor de infancia que vive eterno en tu mente y por el cual te preguntas ¿por qué terminó? O de repente tendrías que cambiar la pregunta a ¿alguna vez comenzó?. Me considero una persona afortunada, no es que sea “una maravilla” pero por alguna razón todo chico que me gustaba se fijó en mi y no fue necesario mucho esfuerzo para ello. Mi eterno acompañante de juegos a los siete años, por quien suspiraba como doncella de cuento me declaró, según él, su amor a los catorce años. Me gustaba pensar que fue mientras cabalgábamos en hermosos caballos blancos por un hermoso jardín cerca al reino. Pero cambiemos los caballos por bicicletas y el bello jardín por el parque de mi barrio. Pero en fin el “príncipe “ si existió.

Por alguna razón, este amor “perfecto” de niños tomados de la mano, sin besos ni caricias, lleno de miradas coquetas y sonrisas profundas se desvaneció. Y si mal no recuerdo, el niño de ojos claros y singular belleza, dejó de gustarme de un momento al otro, como si una hechicera malvada se hubiera valido de un burdo brebaje para arrancarme los sentimientos mas dulces hacia este príncipe, quien en poco tiempo pasó a ser sólo un vecino más.

Hasta ahora me pregunto ¿Cómo hubiera sido sentir el calor de sus brazos o el tímido rose de labios? Pero una vez mas caigo en la cuenta, que mi elección no fue la indicada y que aquel brebaje de aquella hechicera, fue más el cansancio de lo que yo pensé era un amor pasajero.

A vísperas de cumplir quince años conocí a quien me robaría mi primer beso, los cuentos de hadas pasaron a la historia y surgió el chico rebelde de las novelas que no paraba de meterse en líos y cuya fama de mujeriego y “lanzado” llamaron mi atención. ¿quién en este mundo o en el de la fantasía no recuerda su primer beso? Ese momento sublime, apasionado, melancólico, excitante y hasta podríamos decirle farsante que se apodera de nuestros sentidos y nos envuelve, sin dejarnos pensar en la gran depresión y decepción que a tus cortos quince años puedas podrías sufrir.

Si menciono a los hombres de mi vida o mis ilusiones con ellos, este tema serie extenso, pero nada aburrido, mis historias de amor no fueron comunes y estoy convencida que para todos, por más pasajera y común sean sus historias de amor, siempre serán consideradas perfectas. Pues sea como sea, el amor es perfecto. Y eso no lo aprendí de los cuentos de hadas. Lo aprendí de un verdadero “príncipe azul”

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